lunes, 6 de febrero de 2012

Historias de María Agulleiro

UN GESTO, UNA HISTORIA.
Hace ya 68, el día de mi cumpleaños, caminaba tranquilamente por la plaza de mi pueblo, un lugar acogedor, verde, con todo tipo de flores y árboles procedentes de lugares diferentes.
Ese día, 25 de Julio de 1954, era un día de cielo azul y diversas nubes blancas, un sol abrasador y un inmenso número de palomas y golondrinas buscando comida o, simplemente volando como si fuera el mejor día de su vida.
Ese día yo cumplía 17 años y me senté en un banco de madera con unas preciosas patas de metal que tenían forma de pez.
Estaba sentada dándole migas de pan a las bellas palomas de color grisáceo que se acercaban a mí, cuando vi pasar por delante a un elegante caballero de melena negra recortada a la altura de su cuello, piel morena y unos ojos grandes, verdes y atractivos con las pestañas perfectamente definidas. Tenía la nariz y los labios más perfectos que había visto en toda mi vida. También poseía una musculatura perfecta por todo el cuerpo.
De repente, giró la cabeza, me miró y me hizo el gesto que un verdadero caballero haría, se arrodilló a unos metros de mí, me señaló, y sí, estoy segura de que me señalaba a mí, porque en ese preciso instante miré para atrás y no había nadie a mi alrededor. A continuación se levantó y con sus grandes manos formó un corazón. Después se marchó al Parque del Estanque.
Yo también me fui, pero con dirección a mi casa, caminé todo el tiempo pensando en él y en su cuerpo perfecto.
Al llegar a casa, dos horas después, lo primero que hice fue subir las escaleras de mármol de mi hogar, entrar en mi habitación para tumbarme en cama y escribir en mi diario, que, anteriormente fuera escrito por mi madre, mi abuela, mi bisabuela y mi tatarabuela. Como todas las adolescentes habían tenido a su “Príncipe Azul” yo, al volverlo a leer por décima quinta vez, me di cuenta de que lo más posible era que yo también lo encontrara, pero lo mío se parecía más a un amor platónico que a un Príncipe Azul.
Llegó la noche, estaba tumbada intentando dormir, pero no era capaz porque recordaba una y otra vez aquello momentos en los que mi amigas y yo pasábamos por la calle y exclamábamos al unísono “¡PUAG!” cada vez que veíamos a una pareja de enamorados agarrados de la mano.
Yo pensaba “Dios mío, seguro que si estuvieran mis amigas conmigo cuando vi pasar a ese caballero no gritarían “¡PUAG!” ni de broma.
Al día siguiente me dirigí al Parque del Estanque, allí estuve caminando un poco, para ser exactos un cuarto de hora.
Esta vez no llevaba conmigo mi sombrilla de color verde prado, llevaba un paraguas de Ernest Hemingway, un hombre del que era una gran admiradora pues ganara una vez el premio Nobel de la Paz.
Era un día un día nublado mas aún así el parque estaba repleto de niños jugando, llorando…No pude evitarlo y me di la vuelta para marcharme pues no podía soportar ver aquellos niños correteando mientras pensaba en lo dura que fue mi infancia al no poder ir a la escuela.
Estaba yo dándome la vuelta cuando vi, justamente, al otro lado de la carretera a ese elegante caballero.
Me quedé idiotamente mirándole unos minutos hasta que decidí adelantar mi pie hacia el paso de peatones, seguí caminando hasta llegar a su lado.
Él me miró, y yo le dije:
-Hola.
No hubo respuesta, pero sí un gesto, se arrodilló y se quitó el sombrero, a continuación se volvió a tapar sus melenas negras con él.
Nos quedamos unos minutos mirándonos mutuamente.
A continuación agarró mi mano, comenzó a caminar, yo le seguí, me llevó a mi casa. Fue el camino hacia mi casa más corto, las dos horas me pasaron volando más rápido que las palomas del parque, a pesar de que no hubo palabras, solamente gestos, miradas y sonrisas.
Nos despedimos con un abrazo, entré en casa, subí las escaleras y me tumbé en cama, pensé en él y en sus gestos, también pensé en como pudo averiguar el camino que llevaba a mi casa, estuve soñando con él toda la noche.
-Y así fue como de un gesto surgió una historia, así que hija mía aprovecha tu adolescencia, pues tú y tu hermano sois el fruto de nuestro futuro. Y un consejo, nunca desaproveches las oportunidades porque las que tiras tú, las aprovecha otro.
Anda coge esto, es el diario de la historia, cuídalo y escribe aquí todos los grandes sucesos de tu vida, a continuación entrégaselo a tus hijos.
-Pero abuela, ¿Por qué me lo das a mi y no a mi hermano?
-Porque estoy segura de que sobre él ya escribirá otra muchachita una historia parecida a la que te acabo de narrar.
-¿Y quién era ese elegante caballero? ¿Y por qué no hablaba? ¿Y por qué hacía tantos gestos? ¿Y al final fue tu Príncipe Azul? ¿Y fue casualidad que lo encontraras? ¿Y sigues pensando en él? ¿Y le has vuelto a ver? ¿Y sigue existiendo el Parque del Estanque? ¿Y el parque tenía estanque? ¿Y me prestas tu sombrilla? ¿Y tu paraguas? ¿Y Ernest Hemingway sigue vivo? ¿Y encontraré yo a mi Príncipe Azul?
-Relájate por favor, que no te parezca mal, pero solo tengo una respuesta para todas esas preguntas.
-¿Cuál?
-Piensa, dedícale tiempo, no te desesperes, no te desanimes y nunca jamás te des por vencida. De esta manera obtendrás todas las respuestas.

MARIA AGULLEIRO CASAIS






lunes, 30 de enero de 2012